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En un mundo dominado por la uniformidad y el aplatanamiento de criterios técnicos y artísticos se alza Flow con la bandera del autor independiente, tanto a nivel de contenido, como a través de la forma.

Nos han vendido Flow como una película hecha en Blender, que ha sido capaz de tumbar a gigantes de la animación como Dreamworks. Y yo me pregunto si es cierto. Parece que sí, aunque resulta inexplicable.

Es posible que la gente de a pie se haya dado ya cuenta de que las películas de animación hoy en día son siempre la misma, con ligero cambio de envoltorio. Están además hechas por los mismos artistas que van rulando de estudio a estudio. Los refritos de Netflix son como remakes encubiertos de trozos de aquí y allá al estilo Frankenstein, la misma película una y otra vez, con los mismos chistes de pedos y eructos. No hay duda de que resultan artilugios pesados e impactantes, pero cada vez me pregunto con más frecuencia qué es de la voz del artista, dónde queda el espíritu motivado del creador cuando es tragado, masticado y escupido por la cadena de producción.

El caso de Flow ha sorprendido a muchos. Aunque el pistoletazo de salida lo dió en Cannes, donde SIEMPRE anticipan lo que hay que ver. Hoy por fin he podido abrir agenda y acudir al cine. Un matinal triston de tres personas con un montón de anuncios antes de la película. ¿Cuánto tiempo le quedan a las salas de cine? Poco, pues sigue siendo una minoría decreciente la que acude a las salas, vestigios de otra época.

Después de ver la película he pensado que la ocasión merece unas líneas. Sin duda se trata de una película magistral. Mas que película es una especie de paseo virtual por un mundo de videojuego. Sin embargo la ambientación de decorados, la música y la animación tienen un nivel que la convierte instantáneamente en un clásico. Personajes con personalidad y una nueva manera de contar historias. Sin lugar a duda Flow comunica de manera transparente lo que ocurre y va mas allá, dejando una lectura interna, abstracta que da pie a debate. Planos secuencia espectaculares concebidos de una manera totalmente inmersiva.

A nivel técnico, a pesar de que los personajes son un poco pobres estéticamente, los decorados y las simulaciones de agua son increiblemente reales. La animación es excelente y abre camino a un cine de animación mas natural, sin la sobreactuación y los cliches que llevan dominando el medio la última década. El guión no es gran cosa pero tiene un desarrollo que resulta suficientemente refrescante como para valorarlo positivamente, con su toque ecológico a lo Miyazaki, pero con suficiente personalidad como para tener identidad propia.

Hay que felicitar sin duda al director por este enfoque tan puro e inspirador. Flow creará escuela, para bien y para mal.